Sí chicas, hoy toca reflexionar, porque de vez en cuando a todas nos vienen las dudas o nos falta la inspiración. Ya os conté en mi primera newsletter que tengo muchos hobbies, demasiados (es mentira, nunca son suficientes). Y eso en muchas ocasiones me lleva a ser poco constante con ellos, ya que, sorpresa: Soy una persona muy impaciente y perfeccionista.
Sí, eso de esperar para ver los resultados de lo que estoy haciendo nunca ha sido mi fuerte la verdad, soy impaciente hasta la médula y me gusta ver que lo que hago tiene resultados al momento y no solo me llega con ser buena en algo, quiero ser la mejor —pensamiento un tanto tóxico así planteado—.
Todo esto se traduce actualmente como “síndrome del impostor”. Siempre pienso que nunca seré lo suficientemente buena como para conseguir los resultados que quiero y alcanzar mis sueños. Ya sea como periodista, novelista, fotógrafa o cualquier otra cosa que haya intentado a lo largo de mi vida.
Siempre empiezo con un proyecto y, al no ver los resultados de inmediato — likes, visitas e interacciones—mi cabeza hace de las suyas y me lleva a creer que, si la gente no lo ve como bueno, seguramente sea porque no lo es. Todos buscamos validación externa en algún momento, forma parte del ser humano (o eso creo) pero, ¿qué pasa con nuestra validación propia?
Mi psicóloga una vez me dijo que buscamos validación de otras personas cuando tenemos miedo. Sí, miedo de que en realidad, nos creamos lo suficientemente buenos en algo por primera vez en la vida, que, por fin, sepamos que lo que estamos haciendo es lo correcto y, aún encima, ¡se nos da bien!
Nunca antes había sido capaz de atribuir otras emociones a mi síndrome del impostor y a mi necesidad de validación externa más allá del estrés —not very healthy por mi parte, pero para eso están los psicólogos— así que, un día cogí mi rueda de las emociones y me puse a escribir en mi libreta todas aquellas con las que me identificaba en un momento de “bajón creativo” como yo lo llamo.
Pues, para mi sorpresa, resulta que efectivamente el miedo era la emoción predominante y, si me paraba a analizarlo, mi trabajo no era ni malo ni el mejor, pero para mí era lo suficientemente bueno como para animarme a continuar con lo que estaba haciendo. Sí, las opiniones de los demás me siguen afectando y todavía busco validación externa, pero no de la misma forma que antes.
Teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos, donde estamos constantemente comparándonos en redes sociales con la vida del resto, lo que me pasa a mí es lo más tranquilito que se le puede pasar a alguien por la cabeza.
Un día leí que los seres humanos nunca habíamos estado destinados a vernos tanto a nosotros mismos, en el reflejo de un lago tal vez, pero no en un espejo cada día, en una pantalla o en otros dispositivos. Y es verdad, nunca fue esa la intención de la humanidad, estar observándonos a nosotros y a los demás hasta conocer el mínimo detalle de las vidas de cada uno cuando, en realidad, de puertas para adentro, nadie sabe lo que pasa.
Si no me crees y sigues rayada y diciéndote cosas tipo “dios mío nadie ve lo que escribo, solo tengo dos likes y X persona que conozco tiene ya 3k suscriptores, soy un desastre, no valgo para esto”, recuerda esto: si dos personas me dijeran por la calle lo lista que soy, o lo bonito que es el outfit que llevo hoy o que les ha encantado mi texto ¿cómo me sentiría el resto del día?
Las redes nos hacen pensar que, al estar expuestos ante el mundo entero, necesitamos que más personas se sientan identificados con nosotros o que debemos caerles bien a todos, pero en realidad, solamente hacen falta unas pocas buenas personas que están ahí para ti por ti. Simplemente, necesitas ser tú, hacer lo que te apasiona y ver que es suficiente únicamente por tirarte a la piscina e intentarlo, porque cuando hay pasión y personalidad en algo, siempre va a ser bueno.
Investigando un poco, me he enterado de que existe una palabra que define el miedo a no ser suficiente, a ser imperfecto y cometer errores: atelofobia. Aunque, leyendo de nuevo esa definición, me pregunto si realmente esa es la palabra adecuada para definirlo, porque realmente creo, que la mejor para hacerlo es: humano. Todos cometemos errores, nadie es perfecto en absolutamente todo, pero a veces se nos olvida; borramos de nuestra cabeza que, al final, todos somos simplemente humanos.
Así que, de una chica rayada a otra, te animo a que hagas aquellas cosas que te apasionan, hazlo con miedo, hazlo incluso cuando creas que no es lo bastante bueno, porque si paras, no te darás la oportunidad de sentirte suficiente.
¿Tú también sientes esto a veces? Pues ahora al menos ya ves que no eres la única tía. Si quieres hablar o simplemente te apetece expresarte, adelante.
Si después de todo esto que te acabo de escribir te estás preguntando por dónde empezar en este viaje de “yo misma soy suficiente y lo valgo”, te voy a dejar unas recomendaciones de pelis y libros que hablan justo de eso: de sentir que no llegamos, de buscar la perfección y de encontrarnos en medio del caos. Y si tienes Letterboxd te animo a seguirme (@palomasorey), que por ahí hago listas de películas chulísimas.
Espero que os haya gustado la newsletter de hoy. Besooossss <3
Amy literal😔